Días atrás había escuchado unos tiernos "miau" cerca de mi casa, salí a investigar y no había nada. Supuse que un gato callejero había pasado y decidí dejarlo pasar. Ayer, mientras mi hermano intentaba podar unos árboles encontró el nido de una madre, con ojos verdes, cara negra y cuerpo gris y lo que pensabamos era un solo gatito.
Todos decidieron dejarlos en paz, pero yo no podía dejarlo así. Así que regularmente veía el nido de la gata para ver cómo estaban los bebés y la recién parida. Poco a poco me fui dando cuenta de algunas cosas. Ahora contaba dos gatos, uno parecía muerto. Tenían los ojos cerrados así que no podían tener más de la semana y, lo peor, la madre se iba mucho. Intenté atraerla con comida para que no fuera en búsqueda de más y no los abandonara y así lo hice todo el día, para que alimentara a los chiquitos y les diera el calor que necesitaban ya que, comenzaba a hacer frío y llover.
Al observarlos me fui dando cuenta que aquella les daba la espalda y hasta los empujaba cuando buscaban alimentarse y pensé que la gata tal vez estaba enferma. Me fui acercando cada vez más, ganandome la confianza de la gata pero, a pesar de ver la comida, a veces solo salía del nido, aunque fuera a dar vuelta en las otras plantas.

Hoy, me encontré con lo que me temía, el nido vacío y los cachorros llorando. Esperé un rato a ver si llegaba. Sigo en frente de la ventana esperandola.
Decidí tomar acción y no dejar que se murieran de frío. Los puse en una caja con unas telas y dscubrí que eran tres pequeños, afortunadamente, vivos. Les puse una botella de agua caliente y deseé que no tuvieran frío.
Después de ese gran paso, me enfrentaba al más grande reto;
Alimentarlos